Juno es un proyecto lleno de contrastes que nunca son fruto de la casualidad. Si su primer disco, ‘_BCN626’, fue creado en lo más crudo del confinamiento, el segundo que acaban de sacar ha sido gestado de la forma más antagónica posible: viajando sin parar. Hicieron las maletas y volaron a México, Los Ángeles, Amsterdam, San Francisco o Berlín, y convirtieron cada periplo en una «excusa» para hacer canciones. Así nació ‘_BCN747’ , un álbum de electrónica pop tan compleja como magnética, que este sábado sonará con un hipnótico despliegue visual en la Sala Roja de los Teatros del Canal de Madrid (20.30h, desde 9 euros), dentro del Festival Internacional de Arte Sacro. Había ganas de salir de casa. (Martí) De huir, directamente (risas). Empezamos a viajar mucho a Berlín para asistir a sesiones de DJs en las catedrales del techno, y después, aprovechando la gira del disco ‘Puta’ de Zahara, recorrimos México, Los Ángeles, San Francisco… No da envidia el periplo ni nada. (Zahara) Yo también me doy envidia cuando lo escucho (risas). Tengo la sensación de que vamos tan rápido con todo, que no puedes ni asimilar bien los viajes que haces. Y hacer estas canciones nos ha permitido retratarlos para tenerlos bien guardados en la memoria para siempre, y revivirlos cuando los tocamos en directo. Noticia Relacionada estandar No La espiritualidad invade la Comunidad de Madrid con el festival de Arte Sacro ABC La cita musical, con 39 conciertos, se celebra desde el 21 de febrero al 30 de marzo (M) Berlín sí que lo exprimimos mucho porque fuimos a algunas fiestas que eran de viernes a domingo, donde sólo había alemanes en el público. Lo curioso es que se dirigían hacia nosotros en alemán pensando que éramos alemanes. Creo que será por nuestras facciones capilares (risas). Llegamos a aprender a pedir cerveza en alemán. (Z) Antes de Berlín fuimos a Londres, porque cuando Alemania seguía con unas restricciones súper fuertes, en Inglaterra ya se estaban haciendo macroraves con miles de personas. ¿Berlín sigue intocable como capital del techno? (Z) Sí, sí, claramente. (M) Allí es que están haciendo un esfuerzo muy grande para mantener la escena. Los clubs de techno son patrimonio cultural protegido, encuentras locales abiertos a cualquier hora del día los fines de semana y además se esfuerzan mucho por apostar por los artistas locales, y no por las estrellas internacionales. (Z) En los clubes puedes hasta dormir y comer allí mismo, lo tienen todo súper bien montado. Y no se puede sacar el móvil en la pista de baile para mantener la privacidad de todo el mundo. ¿Las canciones se fueron creando durante los viajes? ¿O a posteriori? (M) Teníamos la ilusión, completamente ilusa, de grabar durante los viajes. De hecho nos llevamos algunas máquinas y el micrófono, y el plan era vivir las ciudades de día, y grabar por las noches. Pero no lo hicimos en ninguna ciudad (risas). Lo que sí hacíamos era tomar muchas notas en un cuaderno, y hacer fotos y vídeos para acompañar visualmente las canciones. Al llegar a Madrid teníamos todos los textos, y sólo teníamos que evocar el viaje para hacer cada canción. (Z) Fueron viajes muy sensoriales, porque hacíamos un turismo distinto al estar abiertos a cada experiencia con fines creativos. El contraste entre la intención que llevábamos, lo que vivimos y lo que finalmente salió, nos pareció muy interesante. Juno es un grupo de contrastes, y también de contradicciones: en el disco hay tanta ilusión como desencanto con la Humanidad, llegando a cotas como la del estribillo que dice ‘lo que nos merecemos es la aniquilación’. Siempre hemos sido capaces de lo peor, pero quizá es más difícil de sobrellevar ahora, cuando la tecnología permite ver el mal todo a la vez en todas partes… (M) Claro, el mal está amplificado, y la capacidad para evitar caer en ese ruido es la que nos puede ayudar a sobrevivir. La sensación general con el ser humano, es que no mejoramos… (Z) Tener en el bolsillo un dispositivo que te permite ver todo ese mal a la vez en todas partes, casi en directo, nos está volviendo locos. Ver los bombardeos en Ucrania, los asesinatos machistas, la pobreza extrema, y a la vez, una gala de entrega de premios con gente vestida por los mejores diseñadores, ha hecho que perdamos la capacidad de impresionarnos. Y nos estamos volviendo locos. La única manera de sobrevivir es relativizar a un nivel un poco de desalmado (risas), porque no es normal no quedar afectada tras ver según qué cosas. Pero es un mecanismo sano porque si no estaríamos todos tirándonos por la ventana. Cinismo de supervivencia. (M) Claro. Todos somos expertos, y nosotros los primeros, en hacer revoluciones desde el sofá. Esa sensación de contradicción la hemos tenido mucho haciendo este disco: el cabreo con un sistema que lo destruye todo, y ver que lo único que hacemos es expresarlo con una canción. Nos quejamos mucho, pero nuestra única respuesta es hacer una canción… es una dicotomía constante porque sabes que por mucho que hagas esa canción, estás tan dentro del sistema como cualquiera. MÁS INFORMACIÓN Zahara: «Decíamos que cambiaríamos, pero solo queremos olvidarnos de todo cuanto antes» En el disco también se habla de la presión por ser el mejor todo el tiempo. ¿Cómo veis la apreciación actual de lo que es ‘lo mejor’ en la industria de la música? (M) La victoria del sistema es tan profunda, que hemos llegado al punto de que decidimos si un artista es bueno o no sólo por su número de seguidores. Ahora te contratan en los festivales según esos parámetros. Es imposible escapar de ello, pero desde luego no ayuda a que el arte, la búsqueda, el virtuosismo o la contracultura tengan un mínimo espacio.
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Author : (abc)
Publish date : 2023-03-18 12:45:11
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